Junio-2004
LA MATRIZ ESCENIFICADA
Marta Kuzma
Extracto del texto de la autora para el catálogo de
Manifesta 5
Una interpretación del lugar como la contradicción
entre la demanda de orden y la voluntad de lo informal, en
el que se conjuga lo racional y lo irracional, ofrece un punto
de arranque arquitectónico para imaginar una posible
trayectoria de Manifesta como concepto. Su propia matriz tiene
un carácter abierto y fragmentado, la flexibilidad
de Manifesta se aprovecha de pertenecer al género de
proyecto menos uno, algo que la asemeja a una ciudad, si consideramos
la ciudad como parte de un territorio más amplio.
Manifesta como proyecto emergente y en desarrollo, encuentra
su legitimación crítica en la forma de estructura
temporal abstracta que adopta, totalizando la historia desde
el punto de vista de lo siempre evanescente y de lo siempre
presente, abrazando el conflicto entre una pluralidad de proyectos,
puntos de relación y posibles futuros. El empeño
por reclamar la ciudad y su posible "otro" (Pasaia),
hace que Manifesta se extienda más allá de aplicaciones
teóricas abstractas para inventar una serie de escenarios,
constelaciones y conspiraciones que permiten personificar
las propias dimensiones de la ciudad. Al extender los parámetros
de la ciudad de esta manera, Manifesta transforma el lugar
en una sede para eventos que anticipa un futuro.
Manifesta llega a San Sebastián, en la comunidad autónoma
vasca, en medio de un gran revuelo; probablemente ésta
sea una de las sedes más críticas desde que
comenzó su andadura. Planteado en el corazón
mismo de un movimiento que reclama su autonomía cultural,
Manifesta tiene que desarrollarse en un lugar marcadamente
singular, en el que la supermodernidad, el espacio acelerado
y la caracterización de la obra de arte como sede del
no-lugar, sólo pueden proceder con cautela. Este evento
de arte internacional contrasta con un ambiente de insurgencia
intermitente donde el poder siempre parece intangible y en
ocasiones hasta fantasmagórico. Al tratarse de una
sede implícita de tensión, la región
se aparta de nociones globales o sintéticas del presente
o de la historia. Esto hace que Manifesta actúe como
expresión crítica cultural, con el interesante
desafío de trabajar en la contingencia que inevitablemente
dirige acciones y estrategias, que son irremediablemente interpretadas
y codificadas por esta "política real" de
la región. Es por ello que el proyecto se ve forzado
a plantear problemas de inteligibilidad y resolución,
conceptos que se revelan como abstractos e inestables, al
estar inscritos en una sede dialéctica marcada por
la conciencia de una temporalidad que abarca un presente estructural
y un gesto hacia el futuro.
Abstrayéndose de la experiencia social de Donostia-San
Sebastián, Manifesta implica dejar atrás la
lógica de su diferencia que influye en la sintaxis
y semántica de lo cultural. La referencia a lo arquitectónico
del lugar, es un intento de revelar la esencia de algo que
articula aquello que aparece simultáneamente como económico,
político, histórico y estético. Nos empuja
a buscar lo que yace bajo la superficie de su aparente coherencia
racionalista. ¿Qué podemos encontrar en su particularidad
que nos permita trazar una constelación para dotarla
de un significado más amplio? ¿Cómo sería
posible utilizar los elementos de un lugar para construir
a partir de la importancia de los aspectos más ordinarios
de la vida diaria una especie de monumentalidad? Así
mismo, ¿cómo es posible formular un proyecto
que se entreteja en la urdidumbre de la ciudad, entrelazándose
de tal manera que se convierta en algo más?
Localizar una forma para lo político
La maleabilidad del tiempo y el espacio evoca la omnipresencia
del cambio y la impredecibilidad endémica a la estructura
de una zona de contingencia como la región vasca. Dentro
de esta estructura, la naturaleza del cambio constituye su
propia constelación. El entendimiento de la zona está
asociado a lo que connota la naturaleza clandestina de ETA,
una organización responsable de cambiar el curso de
la historia moderna española dos veces -primero, directamente,
en la muerte de Carrero Blanco, y segundo, indrectamente,
en el rumor de la participación de la organización
en los atentados de Atocha. La polémica alrededor de
ETA se convirtió en el objetivo principal de la estilización
autoritaria de una "nueva cultura estratégica"
contra el terrorismo en el gobierno de Aznar, metiendo en
el mismo saco los aspectos más complejos de la estructura
territorial de España y las llamadas indiscriminadas
a la violencia.
Sin embargo, la realpolitik del territorio, trasciende esta
clandestinidad, enmarcándose en las aspiraciones de
autodeterminación y autonomía definidas por
el controvertido "Plan Ibarretxe" para la soberanía
vasca. Esta propuesta en forma de petición, a pesar
de ser denostada como un síntoma de rencor regionalista
y un mero rumor político por sus oponentes, se articula
y discute públicamente dentro de los cánones
del parlamento regional. Pero este plan es simplemente incompatible
con la Europa de hoy. Aunque se habla muy poco de él
en los medios de comunicación internacionales y europeos
supone una amenaza para la noción tradicional de estado-nación
en Europa. Entre las discrepancias e irregularidades resultantes,
en el intercambio tradicional entre ciudad, región,
provincia y estado, se puede considerar la yuxtaposición
de lo racional y lo irracional y su importancia en relación
al arte. La intención de este proyecto no es, desde
luego, la de legitimizar ninguna iniciativa política.
El objetivo de Manifesta continúa siendo el de abstraerse
de la experiencia social de la región vasca, una región
consciente de su autonomía y su autodeterminación,
para localizar un discurso paralelo que se preste a la consideración
de la obra de arte autónoma, caracterizada por la disonancia
y la tensión presentes en su propia construcción.
En este contexto, el desafío del arte no es fomentar
el régimen del espectáculo, ni tampoco esa especie
de fantasía organicista sobre la superación
del estado y el fin de la política, en la que caen
las actitudes nihilistas de los Situacionistas. Pero tampoco
le interesa negar las realidades existentes o tratarlas como
meros asuntos privados. Manifesta es un intento de ampliar
el campo de lo que consideramos historia contemporánea
para localizar un marco estético en el que proyectar
el potencial del arte como agente social, que adopta una forma
de resistencia gracias a una construcción que reafirma
su poder de reflexión mediante su propia performatividad,
sin aspirar a la claridad o la inmediatez.
Las diferencias irreconciliables como sede crítica
para el arte
¿Cómo podemos entender las posiciones de resistencia
de manera espacial, temporal, teorética y práctica?
Desde que Adolf Loos se refirió a la arquitectura como
un "grito en el vacío", el arte se ha apoyado
en los debates críticos sobre la arquitectura para
renunciar a su artificialidad y a su propensión al
artefacto. La ideología arquitectónica ha contribuido
a la formulación de una estética performativa
que dota al arte de la capacidad de acción para recordar
lo que ya no existe y anticipar lo que está por venir,
configurando una visión de un mundo alternativo. Aunque
la cooperación entre arte y arquitectura ha llegado
a convertirse en una forma dominante, es importante señalar
lo que distingue a cada disciplina en cuanto a pensamiento
y en cuanto praxis, para empezar a entender la evolución
de esta imbricación. La consideracion central de esta
historia vuelve a la cuestión básica del funcionalismo.
Tal como escribe el teórico de la arquitectura Andrew
Benjamin, para que el arte pueda ser arte debe negar el presente,
de otro modo quedaría sometida al servicio de éste.
La arquitectura, continúa BenJamin, mientras tenga
función, no puede negar a los individuos tal y como
son.
La dinámica histórica de la función -desde
las concepciones utópicas del funcionalismo que surgen
a partir de la renuncia del ornamento, generaron una corriente
de oposición que ya se había conformado a mitad
del siglo XX- alojada en los años 60 recupera el pensamiento
crítico de postguerra, un revival que tuvo su origen
en la Escuela de Frankfurt y que coincidió con una
atmósfera de auténtica crisis del urbanismo
en toda Europa. Esto generó una gran divergencia de
puntos de vistas acerca de la posición del sujeto en
relación con el espacio construido. Éste era
un momento en el que los valores utópicos que en un
principio había promovido la Revolución Rusa
habían sido desenmascarados por la asfixiante maquinaria
estatal y la burocracia cada vez más tecnocrática
de la Unión Soviética. La Francia de De Gaulle
no se alejaba mucho de las políticas restrictivas del
régimen de Franco. La Guerra de Argelia promovió
aún más la disidencia intelectual en Francia
dando lugar a movimientos clandestinos de oposición
al gobierno como el "Manifeste des 121". ¿Cómo
contribuyó el zeitgeist de los 60 a afianzar la idea
de que la arquitectura había sobrepasado su premisa
como ideología? ¿Cómo intentó
el arte funcionar al margen de los ciclos de producción
y consumo del capitalismo tardío para distanciarse
de la posición cada vez más comprometida de
la arquitectura? ¿Cómo se convirtió el
arte en el único mediador posible a costa del cual
la arquitectura podía alimentar su imaginación
y discernir otras posibilidades? El escultor vasco Jorge Oteiza,
que abandonó el mundo del arte trás la presentación
de Operación H en la Bienal de São Paulo en
1957, buscó en los métodos de producción
de la fábrica, nuevas alternativas para la producción
cultural, documentándolos en cine con la intención
de extender la metáfora de la construcción hacia
la producción escultural. En una carta escrita a un
colega en 1965, exponía sus opiniones sobre una "nueva
tendencia funcionalista en la galería de arte"
que se alejaba de lo que él veía como una prevalencia
del racionalismo concreto y de la concepción geométrica
del espacio en décadas anteriores y se dirigía
hacia un entendimiento de las condiciones irracionales, espontáneas,
subjetivas e informales de la expresión. El arte comenzó
a expandir, en vez de sólo recitar, el lenguaje de
la arquitectura al ajustarse a su lógica mientras se
alejaba de sus ansias de función práctica y
su adherencia a la perspectiva monocular que había
detrás.
A principios de los 60, el sentido social de la arquitectura
fue sujeto a revisión en todo el mundo, debatiéndose
entre la artesanía y la imaginación y su subordinación
a la racionalidad. La ciudad se convirtió en el lugar
privilegiado donde los problemas arquitectónicos se
enfrentaban a lo social, en cuestiones que tenían que
ver con la existencia o no del sujeto social. En un lúcido
ensayo raramente citado, titulado "El Funcionalismo Hoy"
que se presentó por primera vez en 1965 ante la Werkbund
alemana, Theodor Adorno se refiere a este debate entre la
racionalidad y la expresión en relación a la
arquitectura. Este ensayo jugó un papel crucial permitiendo
que los argumentos de Adorno se liberaran de las categorías
tradicionales de función y ornamento propias de la
primera mitad del siglo XX, para revisar estos conceptos en
base a la emergente economía global y la situación
sociohistórica del momento. De este modo, conforma
una lógica que explica por qué la arquitectura
habita en la cultura antes de que la cultura habite en ella,
y cómo la arquitectura participa en la construcción
de lo visual antes de situarse en lo visual. Esta lógica
puede proporcionar una base para entender por qué las
obras de arte más críticas que se han producido
en el último siglo han sido aquellas que se han implicado
con la arquitectura, ya sea aproximándose a las estructuras
arquitectónicas, simulando sus funciones o enfrentándose
de pleno a ella.
El grito en el vacío
Al ser una disciplina que habita en el futuro, la arquitectura
discierne las posibilidades de lo que aún está
por llegar. En esta proyección hacia el futuro, la
arquitectura se apoya en un proceso de escenificación
que se resiste a lo literal, intentando dar la sensación
de que incluso si un edificio está acabado, permanece
incompleto. Esta contradicción en los términos
es evidente en la forzosa relación de la arquitectura
con el espacio, que se mide en base a la noción del
tiempo escenificado versus el tiempo construido en la generación
de la forma. En la matriz del tiempo escenificado, es posible
liberar al tiempo para que deje de ser un concepto puramente
singular y, mediante la alteridad, gane complejidad en la
interacción entre forma y función. El entendimiento
de la otredad, la lógica del pensamiento arquitectónico
permite que lo estético sobrepase la materialidad del
arte a través de una imaginación a la que Adorno
se refiere como "enervada". Esta imaginación
permite el desarrollo de esa inmaterialidad, de ese exceso
en forma del enigmático "más" para
reafirmar la irreconcibilidad de las diferencias y disonancias
en la construcción de una obra de arte.
La lógica de la arquitectura y de la articulación
de sus espacios, se inscribe en la brecha que existe entre
un presente estructural y un gesto hacia el futuro, delimitando
una sede de tensión y potencial. En esta brecha, en
esta búsqueda de lo que está por definir, implícita
tanto en el arte como en la arquitectura, es donde el futuro
se puede proyectar para superar el presente. En esta proyección,
la función se extiende más allá de la
cuestión de lo que es práctico y útil
para abarcar "aquello que podría ser", que
hace de la alteridad la clave que distingue el arte del proyecto
real, permitiendo que conserve su condición crítica
como obra de arte situada entre lo probable y lo posible.
La obra de arte autónoma está incrita en una
tendencia que encuentra su metáfora en lo performativo.
Como obra de arte está constituida según su
propia lógica, está determinada por la organización
integral de todos sus elementos de modo que no quede nada
ornamental. Intenta convertirse en un objeto más opaco
e ininteligible, de manera que su de-artización sea
esencial para su constitución. Asumiendo la forma de
un enigma, adopta la metáfora del puzle o la adivinanza,
cuya solución se enuentra en llegar a entender el puzle
sin solución. De esta manera, la obra trabaja dentro
de la paradoja de su propia incomprensibilidad contribuyendo
a una manera de entender el arte más como tendencia
o gesto que como resolución. Esto permite la producción
de efectos emocionales, incluso si se encuentran en la forma
de lo invisible, para producir el "más" o
lo que Adorno llama "el ruido de fondo" del arte.
Vislumbrar otro lugar
Las particularidades de un lugar nos permiten conceptualizar
varios futuros sin alejarnos de los factores y fuerzas reales
que moldean las formas futuras de ese lugar. San Sebastián
es un espacio orientado hacia el ocio, un amasijo de objetos,
símbolos y energías sobrantes, que pone el acento
en los deportes, la revigorización y lo carnavalesco,
más que en el descanso, el relax o el ascetismo. La
ilusión de naturalidad que exhibe la ciudad da paso
a otra ilusión, la de un espacio centralizado, organizado,
simbolizado y programado que facilita la producción
de un espacio representacional. En su erotismo espontáneamente
inducido, ofrece el material necesario para desarrollar amplias
sedes discursivas de interrogación e investigación.
Se trata de una ciudad predominantemente figurativa gracias
a la reconstrucción neoclásica diseñada
por Pedro Manuel de Ugartemendia tras el devastador incendio
de 1813, San Sebastián exuda narrativa hasta tal punto,
que si Adolf Loos la viera se vería forzado a gritarle
"ornamento y crimen". Extendida hasta sus límites
por los volúmenes abstractos del Kursaal de Rafael
Moneo, la ciudad discursiva y cambiante se encuentra con el
mar, que en contraste con ella aparece como un sólido,
definido en su historia, sus identidades y sus funciones.
Los espacios ortogonales y tectónicos de Moneo, que
prestan sus siluetas a los promontorios de Monte Urgull y
Ulia, utilizan una técnica compositiva de rotación
llevada de la Bahía de la Concha a otras sedes críticas
para la intervención. Como una marca Derrideana del
límite y lo delimitado, de lo interior y lo anterior,
anuncia lo sublime como la condición ontológica
de este curioso lugar. San Sebastián, situado dentro
del "como si", se ve a sí misma como "otra"
a través de un proyecto de exploración crítica
de la cultura y la estética contemporánea.
La consideración del límite no aparece como
una marca, sino como un medio para discriminar entre un cierto
orden y un cierto desorden: lo que queda dentro del límite
está sujeto a la ley y lo que queda fuera de él,
está desprovisto de ley o forma. En este sentido, la
naturaleza apunta hacia un reino híbrido que nos remite
al culto de la ruina, que contiene una fuerza de resistencia
que expresa una historia y es, aún así, irresistible.
Por ejemplo, los alrededores de San Sebastián nos invitan
a caer falsamente en una fe innata en la belleza natural,
aunque en realidad han sido sujetos a las incursiones de la
tecnología, que ha producido un paisaje artificial
a lo largo de la costa. Lo que Humboldt describió como
el escarpado paisaje vasco es en gran medida una ilusión,
una imitación que lo convierte en artefacto, en un
"paisaje cultural" del que podemos abstraer para
encontrar lo que relaciona la estética de la naturaleza
con la filosofía del arte. En esencia, la naturaleza
es una realidad que apunta hacia otra cosa: hacia la diferencia
entre lo que interpretamos como la realidad de la naturaleza
y una cierta ficción que la idea de la naturaleza nos
impone. No se trata simplemente de una división entre
lo visible y lo invisible, señala a "un algo más"
que apunta a la suspensión y a lo impensable, un detour
indeterminable marcado por un movimiento perpetuo de salida
y reinscripción. La naturaleza apunta a una otredad
que presenta ante el pensamiento el concepto de alteridad.
La actitud estética ante la naturaleza -la de contemplación,
la de correspondencia, y la experiencia de la naturaleza como
prototipo- implican maneras diferentes de experimentar la
temporalidad. Si la experiencia de la contemplación
se relaciona con el presente como momento pasajero, la correspondencia
se relaciona con el pasado y la imaginación con el
futuro. Estas actitudes implican experiencias estéticas
del paisaje entre las que la experiencia de la naturaleza
en correspondencia, juega un papel predominante en la arquitectura,
ligada como está a una relación entre el tiempo
y el espacio que se extiende más allá del leguaje
de los edificios y estructuras existentes o de cuestiones
de uso práctico y de función.
La experiencia de lo sublime se recoloca en el espacio contemporáneo
de lo abyecto, en áreas portuarias y zonas industriales
plagadas de contenedores, frecuentes en el cinturón
industrial de las afueras de San Sebastián, en Lezo
o en el cercano pueblo industrial fantasma de Eibar, una maravilla
arquitectónica de fábricas modernas a pequeña
escala al borde de la demolición. La experiencia contemporánea
de lo sublime coloca la subjetividad humana en una otredad
al margen de lo que experimentamos como el mito de la belleza
natural, para recordarnos que no todo puede ser reducido a
su valor de cambio y que no todo debe doblegarse al control
de la razón instrumental, fijada a una posición
dentro de la cuadrícula de definiciones y categorías.
Los antiguos sistemas de clasificación y de creencias
se someten a una dinámica histórica que demanda
su revisión y reinterpretación. El arte, por
tanto, requiere de lo sublime para poder expandirse más
allá de su marco de mera apariencia, para llegar a
ser, como dice Adorno, un agente activo independiente y no
un mero repositorio de frustraciones históricas, de
proyectos quebrados y sueños rotos de emancipación
humana.
¿Por qué es el arte "arte", si es
que a alguien le pudiera interesar plantear la pregunta? Adorno
responde enigmáticamente que a lo que más se
parece el arte es a la frase "Aquí estoy"
o "Esto es lo que soy" o incluso "Soy un rinoceronte,
ya que no hay lugar alguno /sin ojos que te vean". A
pesar de lo críptico que esto nos pueda parecer, la
analogía nos acerca a una manera de entender el arte
que se retrae de la identificación y opta por apoyarse
en una interdependencia de entidades que se entrelazan en
una relación vinculante entre objeto y sujeto. El arte,
por su propia naturaleza, es un ser animado, que se dirige
a nosotros continuamente. Actúa como sujeto al abordar
al sujeto y, curiosamente, es la mirada de la obra de arte
que aborda al sujeto y que constituye la expresión.
Lo que en esencia hace que el arte sea "arte" es
el residuo del sujeto que permanece dentro y de forma permanente
en la obra de arte. De esta manera, la subjetividad se define
en el objeto y se entiende a sí misma a través
del objeto.
La violencia de la imaginación y la negación
Vandalismo. El territorio es vandalizado intermitentemente
con grafiti, y en virtud de la celeridad con la que las autoridades
actúan para eliminar sus huellas, estas inscripciones
se interpretan como actos invasivos. Mediante el mecanismo
del evento, el proyecto o la acción espontánea,
este intervencionismo merodeador amenaza continuamente al
espacio con ser acusado sin cohartada. Consecuentemente, la
identidad de la ciudad evoluciona como una posible ficción,
atendiendo a la afirmación de Mijail Bajtin de que
la identidad puede ser una ficción y estar presente
al mismo tiempo en todas las presunciones que se hagan acerca
de la posición de uno como individuo, en la experiencia
social humana, en el lenguaje o incluso en la especulación
científica. En las cercanías de San Sebastián
encontramos otras pistas. Un museo recientemente construido
está dedicado a la exposición del cemento como
artefacto histórico y cultural, ofreciéndose
como atracción turística. Sin embargo, un museo
del cemento roza la idea de Valéry del museo como mausoleo,
el último sitio donde podríamos encontrar una
obra crítica. El Museo del Cemento de Rezola se sitúa
en un entorno compuesto, que incluye campos de deportes, quioscos,
un bar y una fábrica cercana. A través de grandes
pancartas colgadas prominentemente por toda la zona, se conforma
un espacio cultural que recuerda a el PROUN de El Lissitsky,
una especie de abstracción de cartel de propaganda,
críptica e ininteligible que consigue comunicar una
sensación de urgencia. Estos signos sin una función
instruccional, aparecen como choques frontales que anuncian
fracturas y reclaman investigación. Las pancartas colocadas
en aparente protesta, se leen como escritura pintada, funcionan
como la letra de Corday en la mano del Marat de David -una
forma discursiva no necesariamente descifrable. En este momento,
es posible citar la poesía de Mayakovsky o el grito
de guerra de Malevich, "U el el el teka!", que apunta
a un derrumbamiento en el orden del sentido y declara todo
como nulo y vacío.
Las obras de arte dependen de estas mismas toxinas para adquirir
una existencia más allá de la mera objetualidad.
Lo hacen a través del lenguaje de los mudos, o de lo
que Beckett describe como la desacralización del silencio
y lo enigmático. Sin embargo, su protesta se encuentra
en la lógica de la negación que les permite
la posibilidad de resignarse a ser simplemente cosas entre
las cosas. Aunque la obra de arte funcionalista puede aproximarse
a la apariencia de lo útil, no responde a una función
externa o práctica. Sin intentar satisfacerse como
arquitectura, el arte continúa en la estela de la arquitectura,
intentando articular lo aparentemente funcional para formular
preguntas acerca de cómo la naturaleza del espacio
doméstico, institucional o público, puede jugar
un papel en la formación del sujeto humano. Aunque
históricamente la arquitectura ha dotado al arte de
un lenguaje crítico, la arquitectura se ha resistido
a seguir el ejemplo del arte. El arquitecto Peter Eisenman
ve aquí la mayor debilidad de la arquitectura contemporánea,
al resistirse a proceder a partir de aquellas preguntas inicialmente
formuladas por Piranesi en relación al Panóptico
para enfrentarse a las relaciones tradicionales entre sujeto
y objeto. Eisenman apuntó que fueron las investigaciones
de artistas como Dan Graham, Gordon Matta-Clark, y Robert
Smithson quienes en los años 60 y 70 desplazaron al
observador de su posición de estabilidad antropocéntrica.
Como un puercoespín
¿Cómo puede un proyecto como Manifesta aprender
de la estructura de la obra de arte para actuar social y políticamente
sin tener que verse inmerso en la realidad? ¿Para encontrar
la posibilidad de articularse desde la distancia pero intensamente,
para dirigirse a un sujeto que no se define sólo como
observador? ¿Cómo podemos incorporar todo esto
al proceso de Manifesta como un mecanismo de crítica
interna tanto hacia su propio desarrollo como hacia el lugar
que le ha dado forma, para promover la cultura como reflejo
de la ciudad? Si Manifesta es, por su propia naturaleza, una
categoría que relaciona el arte y las categorías
específicas de lo urbano, ¿cómo puede
un proyecto como éste aportar algo al creciente lenguaje
de la arquitectura y el urbanismo para explorar cómo
la cultura puede servir para catalizar el cambio, en vez de
ser algo puramente ornamental? En estas circunstancias, cuando
todo parece apuntar al lugar donde comienza Manifesta, la
clave está en continuar buscando lo que no está
ahí para encontrarlo en otro lugar, aunque no demasiado
lejos de casa.
Si conducimos hacia el interior en dirección a la frontera,
dejando atrás la primera playa de San Sebastián
y el monumental Kursaal, nos encontramos con un puerto completamente
antitético al pintoresco San Sebastián en prácticamente
todos sus aspectos: políticos, sociales, económicos
y demográficos. Barcos de pesca deteriorados y almacenes
vacíos apuntan hacia un puerto y un pueblo circundante
que parece haber sufrido un cortocircuito en sus antiguas
actividades de construcción, marítimas, comerciales
y pesqueras. Si contrastamos simplemente estas dos áreas,
San Sebastián, caracterizada por su economía
terciaria, simboliza el ocio en su misma esencia. Pasaia,
una economía secundaria, nos habla de declive laboral.
Aunque la intención incial de Manifesta era la de habitar
Pasaia para reflejar la doblez espectral que caracteriza a
San Sebastián, el resultado fue mucho más crítico
que el de simplemente añadir una dimensión metafórica
a la exposición. La colaboración racional que
se buscó con el Berlage Institute a través de
la Office of Alternative Urban Planning y la escultura expresiva
en Ondartxo, como un museo abierto y en desarrollo, fueron
proyectos que sacaron a Manifesta de la inmediatez de su intervalo
temporal programado y la entretejieron en la urdidumbre de
la ciudad y el planeamiento regional. La interarticulación
resultante entre San Sebastián y Pasaia anticipa las
posibilidades de una futura construcción de comportamientos
que protagonizó los debates sobre sus posibles resultados.
Tal como ha apuntado Sebastián Khourian, la contingencia
endémica de la región fue considerada como una
fuerza vital, más que como una debilidad, para poder
penetrar en un lugar que hasta entonces no permitía
este adentramiento.
El privilegio del arte es el de retirarse de activismo político
y aún así ser capaz de crear una conciencia
en el sujeto sobre los límites sociales impuestos por
el planeamiento urbano o por el gobierno. Tal como anunciaba
Adorno, quizás el arte autónomo no cambie las
actitudes políticas, pero su efectividad, bajo las
condiciones del capitalismo tardío, se basa en su habilidad
para construir una resistencia crucial que pueda llevar inevitablemente
a tales cambios. En tanto en cuanto se les puede atribuir
una función social a las obras de arte, su esencia
social requerirá una doble reflexión sobre lo
que son por ellas mismas y sobre su relación con la
sociedad. Al cristalizarse como algo único en sí
mismo, en lugar de cumplir con las normas sociales preexistentes
para parecer socialmente útil, las obras de arte critican
a la sociedad sólo con existir. Las obras de arte son
los ejemplos más profundos de alienación social,
su objetividad -la distancia entre el sujeto y la libertad-
constituye la obra de arte como testamento y recuerdo de nuestra
falta de libertad.
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